14 septiembre 2007

Globalización, Desarrollo y Democracia: Chile en el contexto mundial



1. Sobre el libro de Castells

Castells plantea la interrelación entre globalización, identidad y proyectos colectivos, aspectos que desdibujan la dinámica del Estado-nación, el cual ve desbordada su capacidad de gestión, para dar paso a la emergencia de Estado-red. Éste último es entendido como aquél que centra su preocupación en la construcción de alianzas estratégicas, estables y coyunturales, con otros Estados y su acción hacia la sociedad civil se torna secundaria, por ende, el principio de ciudadanía emite un mensaje más débil hacia los ciudadanos. Este escenario trae como consecuencia la emergencia y reforzamiento de identidades culturales como principio de organización social. A la par de este proceso, y en la búsqueda de relegitimidad, el Estado apuntará a la descentralización administrativa y la participación ciudadana.

En el tercer capítulo, Castells expone las ventajas y desventajas del modelo neoliberal de desarrollo chileno, diferenciando su aplicación durante la dictadura militar y a partir del advenimiento de la democracia. Para realizar esta separación utiliza las nomenclaturas incluyente y excluyente. El término excluyente refiere al periodo de la dictadura, donde se generaron momentos de crisis económica, inflación, cesantía y aumento de las desigualdades en la distribución del ingreso. El término incluyente se refiere al periodo democrático, donde se atenuaron las desigualdades y se avanzó en diversas áreas como la educación. Teniendo claras las bondades y necesidades del modelo chileno de desarrollo, entrega una serie de requerimientos para que Chile pueda convertirse en una economía informacional, acorde con la globalización.

El cuarto capítulo refiere al tránsito histórico que recorrió la identidad chilena en torno a los cambios de régimen transcurridos en su historia moderna. Así, busca entender la relación estado-ciudadano que se genera en torno a los distintos regímenes, concluyendo que la identidad chilena como tal es un concepto en constante generación, pero que se encuentra potenciado en la actualidad por el modelo democrático de desarrollo. A su vez, busca confrontarlo con los desafíos de la globalización con lo que él denomina identidad-proyecto, para que el paso del sujeto hacia la globalización, teniendo como canalizador al estado, pueda materializarse en un futuro. Este proyecto unificador de identidades se basa, según el autor, en el círculo virtuoso entre desarrollo y bienestar, mediante la relación entre innovación, tecnología y economía. (Castells: 2005)

2. Análisis del libro

El texto de Castells entrega una visión excesivamente optimista respecto al modelo de desarrollo económico instaurado en nuestro país a partir de la dictadura militar, especialmente al referirse a las mutaciones experimentadas por la economía con la llegada de la democracia. En el escenario actual, cuando hemos asistido a un creciente debate por las problemáticas persistentes en la distribución del ingreso, la propuesta de Castells resulta anacrónica pues su receta para transitar hacia el modelo de desarrollo informacional requiere de una sociedad activa e involucrada. Sin embargo, mientras no se solucionen, o al menos se mitiguen de manera importante las desigualdades, será imposible llegar al modelo informacional con una sociedad que esté cohesionada por intereses comunes y expectativas similares. Presentamos algunos datos recientes para exponer un panorama de la realidad chilena actual.

Una disminución de la pobreza e indigencia reveló la encuesta de Caracterización Socioeconómica (CASEN) 2006. El índice de 18.7% de pobreza del año 2003 cayó a 13.7% el año 2006, y la indigencia disminuyó de un 4.7% a un 3.2%. En cuanto a la brecha en la distribución de ingreso, ésta se redujo, pero sigue situando a Chile como uno de los países con mayor desigualdad del mundo. De acuerdo a Casen 2006, la brecha entre el 20% más rico y el 20% con menores ingresos, ha disminuido desde 14.4 veces a 13.1, considerando los ingresos autónomos de los hogares.
Más de la mitad de los trabajadores en Chile (54%) percibe ingresos iguales o por debajo los 216 mil mensuales. El estudio demuestra que la brecha existente entre quienes ganan más y los que perciben menos ha aumentado en los últimos 16 años. En efecto, en 1990, la diferencia existente entre las entradas económicas del quintil más bajo y el más alto alcanzaba a 9,7 veces En la actualidad el decil de asalariados de más altos ingresos gana 10,2 veces más que el decil más bajo. La Casen también consigna que un millón 66 mil 454 trabajadores chilenos gana menos o igual a un ingreso mínimo mensual legal líquido, esto es 108 mil pesos, que corresponde al valor de este indicador a la fecha en que se realizó el estudio de campo, en noviembre de 2006. De este grupo poco menos de 780 mil es asalariado.

Castells afirma que la transición en Chile ha finalizado. Sin embargo, esta idea es contraria a la opinión de muchos sectores de la sociedad, que ven todavía la existencia de ciertos enclaves autoritarios que son herencia de la dictadura (sistema binominal, gasto militar, débil papel de los sindicatos y, sin ir lejos, la constitución política). Esta ausencia de reconciliación con el pasado que desemboca en la imposibilidad de construcción de un sentido común de pertenencia nacional se constituye como una diferencia esencial en la visión de la actual democracia que debilita el consenso social que es requerido para arribar hacia el modelo de desarrollo informacional. Sin el consenso mayoritario, siempre existe la posibilidad de la emergencia/subsistencia de focos de resistencia contraria que pondrían en peligro el modelo democrático y económico.

El reducido incentivo estatal sumado a la escasa respuesta de la sociedad civil a los canales de participación (estatales o no) generan un amplio déficit de construcción de ciudadanía que instala a la sociedad civil en una situación constante de pasividad. Este escenario impide la consolidación de proyectos colectivos que podrían a la larga activar el papel de los ciudadanos en la esfera de lo público y generar, así, empoderamiento. No planteamos que la sociedad civil no existe, sino que se encuentra fragmentada en torno a articulaciones basadas en intereses distintos y no en torno a lineamientos comunes que tienen que ver con un proyecto común de sociedad.

El libro de Castells apunta a la generación de un Estado-red que cimenta sus bases en lo que él denomina identidad-colectiva. Solo de esta forma, determina, se puede constituir una nueva identidad chilena. Ahora bien, un estado-red responde, primero, a la generación de alianzas estratégicas en términos de relaciones exteriores y a una férrea construcción de ciudadanía: la identidad-colectiva, que debería responder a una novísima identidad que emerja de expectativas y valores similares en torno a la sociedad chilena. Como habíamos mencionado anteriormente son varios los factores que impiden la construcción de este estado-red que plantea Castells; no se trata de ser pesimistas, es claro que los datos que Castells presenta a lo largo de su obra reflejan una mejora en términos macroeconómicos y de calidad de vida de la sociedad chilena, pero no de su mayoría y menos de su totalidad. Mientras las expectativas de vida, las posibilidades de acceso a elementos básicos de vida digna, el respeto a los derechos humanos y la desaparición de una brecha social tan grande no sean una realidad, es improbable la constitución de una identidad-colectiva y, por tanto, de un estado-red. En este entendido es difícil proyectar a un estado que aparenta ser moderno hacia un fenómeno tan complejo como la globalización, el desafío está, en primera instancia, en convertir realmente a Chile en un país moderno y con justicia social.

Una sociedad en la que no existe una visión común respecto a la democracia, como es el caso de Chile, donde conviven sectores que creen que estamos ante una democracia total y otros que sienten que el actual régimen conserva visos heredados de la dictadura, redunda en una constante deslegitimación del Gobierno y del Estado. Al no haber una sola mirada de la sociedad que considere el sistema como totalmente democrático, se genera una suerte de deslegitimación constante, por parte de ciertos sectores, de aquél agente encargado de direccionar el camino hacia la economía informacional, lo que en definitiva llevaría a que el Estado no pudiera ser el organismo articulador de la cohesión social necesaria y, al mismo tiempo, el articulador del tránsito hacia la economía/sociedad informacional.

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