07 septiembre 2006

Comunicación y política en Latinoamérica

Quisiera comenzar con la genealogía de dos conceptos. El de "relaciones internacionales", un concepto que se generalizó a partir del siglo XVIII con el surgimiento de las naciones modernas, cuando se incrementa en forma notable el intercambio más allá de las fronteras por el crecimiento económico, y donde el sujeto se ordena y centraliza, transformándose en Estado-nación. El otro concepto que quisiera recordar junto a ustedes es el de "globalización". Este término apareció por primera vez en un diccionario en inglés en 1961. Sin embargo, hasta mediados de los '70 no era un concepto común en ningún ámbito. Es desde los '80 que se convierte en clave para el debate en las ciencias sociales y es a partir de los '90 que entra en el léxico cotidiano. Hoy nadie puede hacerse al desentendido e incluso se abusa de su utilización. Me remito a la definición de globalización de Anthony Giddens. Para este sociólogo la globalización es "la intensificación de las relaciones sociales universales, a través de las cuales lugares distantes se relacionan entre sí de tal manera que los sucesos que ocurren en un lugar, influyen en los acontecimientos en otro lugar ubicado a muchos kilómetros de distancia y viceversa". Es en la globalización que las naciones ya no están solas en la política internacional, comparten el escenario internacional con un número creciente de actores globales: empresas trasnacionales, ONG, organismos internacionales, etc. En ese sentido, las líneas entre política interna y exterior se difuminan. Para algunos analistas esto significa pérdida de la capacidad de conducción por parte del gobierno, crisis de los Estados y también de la política. (Volveremos sobre ello más adelante). Asimismo, los mecanismos de solución de problemas transfronterizos están poco desarrollados en relación al incremento exponencial que han tenido estos mismos problemas. Veamos algunos ejemplos. La insoluble crisis en Oriente próximo, el fenómeno global del terrorismo o los conflictos entre países limítrofes.


Hace unos años afirmaba que la crisis en la región no es meramente económica sino principalmente política, una crisis de Estado antes que de mercado. Además, sugería que esa crisis se profundizaría a medida que los proceso de internacionalización se incrementaran sin que nuestros países fueran capaces de aprehenderlos en una negociación-transacción inteligente. Lo que hemos vivido en estos años, en general en América Latina (porque sería excesivo que nos detuviéramos en un análisis nacional), es la profundización de este fenómeno sin que pudiéramos responder adecuadamente a él. ¿Nuestras sociedades son concientes acaso de que la noción de frontera se debilita? ¿Que las distancias espaciales pierden sentido? ¿Que el motor del desarrollo es ahora el mercado, que las nuevas tecnologías posibilitan redes globales de producción? Más aún, ¿sabemos acaso que la revolución de la comunicación permitió la transición de la sociedad industrial a la sociedad del conocimiento y la información? ¿Qué este tipo de sociedad conlleva intrínsecamente dos elementos decisivos para el siglo XXI: las informaciones y el know how (el saber hacer)? Quisiera detenerme en algunos ejemplos que quizá conozcan, pero que a mí nunca dejan de sorprenderme y preocuparme: La gran brecha existente entre las economías ricas y pobres en información. Una brecha que es sustancialmente distinta a las inequidades a las que generalmente estamos acostumbrados y que dan cuenta de otro tipo de fenómenos mucho más complejos. El 95% de las computadoras están en países desarrollados; las tres cuartas partes de la población publican el 30% de los periódicos que circulan diariamente; el 15% de la población ocupa el 50% de las orbitas geoestacionarias; el lector del New York Times consume mas páginas de periódico cada domingo que un africano promedio en un año; dos grandes rutas acaparan el 80% del tráfico mundial telefónico: EEUU-Europa 60% y Norteamérica-Sudeste de Asia 20%; etc.; etc.; etc. En este contexto, no hay consenso en las ciencias sociales sobre la forma en que las nuevas relaciones internacionales y la globalización afectarán al futuro del Estado y de la política: Hay quienes afirman que vivimos la crisis Terminal del Estado; otros sostienen que el Estado seguirá siendo el lugar central de la política pero en medio de la ingobernabilidad; Hay quienes creen que veremos la profundización y hegemonía de organizaciones internacionales, multilateralismo y una política exterior orientada a la cooperación, etc. Finalmente, están quienes consideran que la política se transformará en la arquitectura de una sociedad con gobernabilidad global. Si es difícil prever escenarios futuros respecto a la política en la globalización, la tarea se complejiza aún más si analizamos la perspectiva de los medios, pero hagamos el intento.



Las nuevas tecnologías de la información han provocado un "desanclaje" sobre conceptos que considerábamos tabú: Las nociones de tiempo y espacio, de historia y de futuro; el incremento de las funciones de los medios de comunicación en la construcción de los hechos y actores políticos. Esta idea de "desanclaje" nos permite dar cuenta de los medios de comunicación como espacios de legitimación política y como sistemas que organizan el espacio y la agenda política. La globalización no es una secuencia histórica sino el predominio de la simultaneidad. Nos saca de la esfera espacio-temporal tradicional. Lechner decía "tiempos sin horizonte", donde no hay pasado, presente ni futuro. El mismo Lechner sostenía que en este contexto "las prácticas sociales no tienen tiempo de adquirir sentido". Si la política se construyó sobre la idea de un futuro posible, de un relato compartido, de un discurso en busca de hegemonía, todo esto implicaba la necesidad de tiempo y espacio para su concreción. El cambio paradigmático en ese sentido, es la disminución en la capacidad que tiene la política de ofrecer orientaciones sociales o colectivas. El futuro se disuelve en un continnum sin historia en el que han desaparecido las grandes utopías sociales y en el que tampoco subsiste la idea de nación como ámbito espacio temporal. Para investigadores menos apocalípticos, es preciso insertar las relaciones comunicación y política en un mapa cruzado por tres ejes, para recuperarla: "la reconstrucción de lo publico; la constitución de los medios en espacios de reconocimiento social; y las nuevas formas de ejercicio de la ciudadanía" (Jesús Martín Barbero). No vivimos la disolución de la política "como creen desde Popper a Sartori", dice Barbero, "sino la reconfiguración de las mediaciones que constituyen sus modos de interpelación del sujeto y de representación de los vínculos que cohesionan la sociedad". Vivimos un mundo globalmente mediatizado por tanto los medios no son una emergencia o un fenómeno. Hay que distanciarse de la visión instrumental de la comunicación, porque no hacerlo significaría asumir que el poder mediático ha sustituido al político.


La política en la sociedad de la información necesita de los medios para relacionarse con sus actores. La política hoy es comunicación, se crea y recrea, se informa o desinforma a la opinión pública a través de los medios. Son el espacio privilegiado de la política. "La comunicación política ha quedado capturada en el espacio de los medios", dice Manuel Castells. El riesgo es que la democracia de los partidos se transforme en la “democracia de las audiencias”. Aún más, que los medios sustituyan al partido como intermediario directo entre la sociedad y el Estado, que se sustituya a los activistas políticos por los expertos en comunicación. Mientras los programas partidarios pierden concreción, mientras la clientela política se reduce significativamente y la dimensión reactiva del voto (el voto como respuesta a estímulos) predomina sobre la dimensión expresiva (el voto como expresión política), el electorado aparece como mera "audiencia". Y no solo en las elecciones. Durante todo el periodo de gobierno la ciudadanía se convierte en audiencia a la que se dirigen los partidos políticos a través de los medios para persuadirlos. Y estos canales de comunicación política no son neutros. Hoy son los intermediadores entre la ciudadanía y el mundo profesional de la política, incluidos los partidos. También ellos forman la opinión pública, el voto y la toma de decisiones políticas. Los medios, dice un investigador, "son el espejo en el que se miran los políticos para ser vistos" (de ahí la importancia de las filtraciones; la preparación de cuñas; la organización de eventos donde los únicos invitados son los periodistas; la programación de eventos en función a horarios televisivos, incluida la guerra, etc.; etc.; etc.). El clásico predominio de la técnica. El público que interesa en la política ya no es primordialmente el público real y tangible (a través del mitin o la reunión política), sino el público virtual o televisivo (masivo y distante). Los medios no sólo participan en la conformación de la agenda pública (sobre qué hablar), sino que también son sujetos que compiten con el sistema político por la adopción de opciones que interesen a toda la comunidad. Por tanto, son los actores políticos los que frecuentemente se ven obligados a funcionar al ritmo de los medios. De ahí el nuevo sentido que cobra la afirmación "cuarto poder". Si bien hablar de los medios es una incorrecta generalización (porque hay de todo en América Latina) y hablar de su concentración es ineludible, hay que señalar que globalmente cumplen el papel de legitimar el sistema político y social y, aún más, tienen un papel cultural o "civilizatorio". Hay quienes dicen que ese es el componente de la sociedad de la información que tiene carga más negativa. Sin embargo, si se sometiera a un juicio la relación entre medios y política en la sociedad de la información y si se analizara su incidencia democrática en términos absolutos, el balance es positivo para la forma en que la libertad de expresión y el derecho a la información se expresan, y el control que ejercen a otros poderes del Estado.

2 comentarios:

Comunicación Política dijo...

Me inclino a pensar, como algunos, más entendidos que yo, por cierto, que la Globalización no es una transformación radical, de las distintas esferas que componen la sociedad, sino más bien, la continuación de un proceso de modernización que las afecta.
Por lo tanto, a mi parecer el ingreso de la Política en la Globalización, no debiera asociarse a una crisis terminal del Estado o a la ingobernabilidad de los estados - nación, como les conocemos. Se trata, para mi gusto, de la masificación de las tecnologías, del predominio de la simultaneidad y de cómo los seres humanos nos adaptamos a estas nuevas formas de comunicación. Esa es la verdadera crisis, la forma de enfrentar este fenómeno, sumado a la pérdida de valores, de ética, de sentido común, de preocupación por el otro y el excesivo individualismo que nos azota.

Por Alejandra Hermosilla
Periodista

Comunicación Política dijo...

Interesante la opinión del escritor (lamento no saber quien lo hizo) y me permito hacer los siguientes aportes al margen.
La irrupción de la globalización, asociado a la masificación de otras áreas de la vida como la democracia y el manejo de las nuevas tecnologías, han creado una situación distinta a nivel mundial. Esa 'evolución' afecta los aspectos más variados de las vidas de cada uno de nosotros y millones más en todo el mundo. Coincido en que eso también afecta la relación entre el Estado y los ciudadanos -en definitiva el Poder-, la elección de las autoridades y la forma en que esos ciudadanos acceden a la información.
Quisiera hacer referencia a un aspecto específico de la influencia de los medios de comunicación en la conformación de la denominada 'opinión pública': siento que existe una mezcla, una madeja de enredos, una constante de imbricaciones entre la política, los grupos de interés (especialmente los económicos) y los medios de comunicación que influyen de manera decisiva en los ciudadanos (opinión pública). Esta maraña de relaciones (entrelazamiento que se da en variados niveles y direcciones) moldea la opinión pública, la forma en que los ciudadanos se informan (sus contenidos básicamente, pero también la forma en que acceden a ellos) convirtiéndose en la génesis de la elección de quienes detentarán el poder.
El rol de la comunicación política en este espacio confuso de relaciones, siento en forma personal, que se maneja en términos instrumentales: quien mejor maneja las relaciones, quien mejor conduce y guía los hilos que están tras los medios de comunicación, estableciendo objetivos claros, es el que logra imponer sus opiniones y pensamientos a la sociedad en general (la opinión pública).
Para nadie es un misterio que la comunicación política es un campo en constante construcción, que dia a día avanza en distintas direcciones, por lo tanto creo que definirla, encasillarla, identificarla o clasificarla, es un trabajo complejo (por no decir inútil). Siento que reconocer que la globalización y los adelantos tecnológicos son un proceso constante de cambio; que afecta sociedades que también se encuentran en un permanente movimiento; que sin duda tienen relación directa con el poder que hoy tiene como característica principal un constante proceso de modificación en las relaciones que lo constituyen; y que finalmente, son envueltos por los medios de comuniacción que también se encuentran en un proceso de acomodaciones, nos permitirá ver con cierta nitidez la relación entre estos campos.
La comunicación política se constituye como un elemento, pero analítico, de los intrincados proceso de cambios que vivimos (especialmente en los relacionados con el poder). Cargar la responsabilidad en los medios de comunicación respecto a como se configura el espacio público, no es la forma de comprender la problemática, es sólo un intento por contener en un campo, la inmensidad de la vida.

Jose Saffie Vega